D esde tiempos inmemoriales, el río Beuvron fluye a gran velocidad. Es su poder el que impulsa los molinos de curtir para el curtido de pieles, los molinos de batán, para batir lana tejida, los molinos para trigo, aceite de linaza, cáñamo, etc.
Toda esta artesanía contribuye a la expansión del pueblo cuyas estadísticas demográficas aumentan rápidamente en la Edad Media. Canalizados para garantizar la estabilidad del caudal del Beuvron, todas las edificaciones colindantes tienen vocación industrial. Los numerosos molinos atraen a personas que se asentarán en el valle. Este distrito, ahora tan tranquilo, estaba en ese momento lleno de cafés, posadas y tiendas. Estaba la ciudad alta y la ciudad baja. En ese momento, no era apropiado que las personas «de clase alta» frecuentaran negocios «de clase baja».
Si bien hoy el valle ha recuperado su calma anterior, aún quedan huellas de actividad humana y efervescencia económica. Los edificios de la fábrica más famosa de la ciudad ahora forman parte de un espacio de interpretación abierto a todos, durante todo el año. Los testimonios de los trabajadores de la época, cuando el molino marcaba el ritmo, permiten al visitante sumergirse en el ambiente de antaño.
La fábrica de faroles venecianos
A partir de 1865, una empresa, creada en 1860 en Saint Georges de Reintembault, decidió establecerse en Saint James. La fábrica de faroles venecianos ocupa tanto el centro de la ciudad como el valle de Beuvron. Se encuentra frente al actual ayuntamiento. Los propietarios construyeron magníficas residencias burguesas, todavía visibles en el corazón de la ciudad.
La mayoría de los empleados eran mujeres. Las que vivían en Saint James pintaban sus diseños en casa. Con buen tiempo, las aceras estaban ocupadas en gran parte por estos trabajadores en busca de la mejor luz para decorar sus farolas de papel o vidrio. Cada mañana, las madres, que lo necesitaban, dejaban a sus hijos en la guardería. Bajo la dirección del sacerdote Charuel, este establecimiento, de gran utilidad para nuestros artistas, fue el primero del departamento. Se dijo a sí mismo que la tumba del cura tendría el poder de hacer que los niños pequeños caminen tarde al poner un paso delante del otro. Bastaría con colocar al niño en su lápida y hacerle dar unos pasos.
Del molino al aserradero
Los molinos de aceite y trigo al pie de las lomas se transformaron en aserraderos para la conformación de las bases de madera de las farolas. Refugios para secar estas delgadas y frágiles bases embellecían los paisajes.
Cerca de 300 empleados trabajaron para esta fábrica que tuvo el honor de iluminar la Exposición Universal de París en 1889. Una medalla de oro premió la calidad de estas farolas pintadas a mano. Partiendo de Saint-James en tren, viajaron por toda Francia, Europa Occidental e incluso llegaron a Japón.
La llegada de la electricidad pondrá fin a la epopeya de la fabricación en 1934.